Silverio Gama se pasa el día criticando a los Estados Unidos. Pero allí construyó su exitosa carrera y crio a sus hijos. El cineasta y periodista se cuenta entre los mexicanos más famosos del planeta. Y, aunque reivindica a menudo su tierra, hace tiempo que apenas la pisa. Busca constantemente el reconocimiento de gente que le desprecia. Defiende un transporte público que no ha cogido en su vida. Ataca un sistema capitalista que disfruta y alimenta. Y cada poco promete que se volverá un padre mejor, justo antes de volver a desaparecer en otro de sus viajes oníricos.
Todo esto debe de pasar a diario por la mente del director Alejandro González Iñárritu. Poco a poco, siete años después del triunfo de El renacido, el creador ha volcado inquietudes, dilemas, inseguridades y contradicciones en un alter ego y en una película: Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades. He aquí uno de los cineastas más aplaudidos del mundo, autor de Birdman o 21 gramos. Y su obra más personal, su regreso a México 21 años después de Amores perros, con la promesa de un desnudo emocional. Es decir, uno de los filmes más esperados de la temporada, que se estrenó este jueves en el concurso del festival de cine de Venecia. Y dejó al público preso a su vez de las dudas: ¿lo amaron? ¿Lo odiaron? ¿O incluso las dos cosas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario